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CATEDRAL DE VALLADOLID
Museo Nacional de Escultura
Esta es la segunda entrada de mi blog
Museo Nacional de Escultura
Atesora una de las mejores colecciones de escultura de toda Europa y, posiblemente, la mejor colección de madera policromada del continente. Con un fondo compuesto por más de 3.000 piezas, destaca su impecable catálogo de talla en madera de los siglos XIII al XVIII, donde no faltan los grandes maestros universales del género: Gregorio Fernández, Juan de Juni, Alonso Berruguete, Felipe Bigarny, Pompeo Leoni, Alejo de Vahía o Pedro de Mena, entre muchos otros referentes. Atesora, asimismo, el conjunto de copias artísticas de los siglos XIX y XX procedente del desaparecido Museo Nacional de Reproducciones Artísticas. A la altura de sus magníficos fondos está su sede principal, el Colegio de San Gregorio, con una de las portadas más enigmáticas de Valladolid. El resto de las dependencias se reparten entre el Palacio del Conde de Gondomar, conocido entre los vallisoletanos como 'la casa del Sol', y el Palacio de Villena, donde se expone un Belén napolitano con más de seiscientas figuras.
Primera entrada
Su mezcla de estilos compone un ejemplar único
La Catedral de Nuestra Señora de la Asunción es uno de los edificios más emblemáticos de Valladolid a pesar de que nunca llegó a completarse. La suya es una historia desafortunada.
Era el templo llamado a sustituir a la antigua colegiata (las ruinas que están adosadas a la altura de la plaza de la Universidad) ante el crecimiento de la ciudad. Las obras comenzaron en 1527 con planos de arquitectos como Gil de Hontañón y, en 1580, apenas se habían construido los cimientos. Ante esta situación, el proyecto se encargó al mejor arquitecto de la Corte, Juan de Herrera, quien diseñó un nuevo edificio aprovechando la planta del anterior. Los primeros progresos fueron rápidos pero los apuros económicos hicieron que apenas pudiera levantarse hasta la altura del crucero. Finalmente, en 1668, el templo se abre al culto. Para celebrar los oficios se cierra la cabecera, una solución ‘provisional’ que, sin embargo, se mantiene hasta nuestros días. En 80 años desde que arrancasen las obras bajo la batuta de Herrera, apenas se había construido un tercio del proyecto. Como referencia, podemos señalar que El Escorial se terminó en 21 años.
Uno de sus rasgos más característicos, que refuerza la sensación de desarraigo, es su solitaria torre. No fue la primera, pues a mediados del siglo XVII se construyó su opuesta en la fachada, en el lado izquierdo si miramos a la Catedral desde la calle Arribas. La vida de la apodada ‘la buena moza’ fue efímera: en 1755 se ve gravemente dañada por el terremoto de Lisboa –se dice que, incluso, repicaron las campanas- y tiene que ser reforzada con cadenas de hierro. Sin embargo, se hunde en 1841. El desmontaje, dado lo peligroso de la tarea, lo lleva a cabo un preso a cambio de su libertad.
La torre que hoy conocemos se construyó a principios del siglo XX, con una forma muy alejada del proyecto original de Herrera. De planta octogonal -¿no te recuerda a la Iglesia del Salvador?- se remata en 1923 con el Sagrado Corazón de Jesús, de ocho metros de altura. En la actualidad cuenta con un mirador que puede visitarse a diario.
En su interior se aprecia la magnitud del estilo herreriano, sus imponentes dimensiones y la sobriedad en formas y ornamentos.
Era el templo llamado a sustituir a la antigua colegiata (las ruinas que están adosadas a la altura de la plaza de la Universidad) ante el crecimiento de la ciudad. Las obras comenzaron en 1527 con planos de arquitectos como Gil de Hontañón y, en 1580, apenas se habían construido los cimientos. Ante esta situación, el proyecto se encargó al mejor arquitecto de la Corte, Juan de Herrera, quien diseñó un nuevo edificio aprovechando la planta del anterior. Los primeros progresos fueron rápidos pero los apuros económicos hicieron que apenas pudiera levantarse hasta la altura del crucero. Finalmente, en 1668, el templo se abre al culto. Para celebrar los oficios se cierra la cabecera, una solución ‘provisional’ que, sin embargo, se mantiene hasta nuestros días. En 80 años desde que arrancasen las obras bajo la batuta de Herrera, apenas se había construido un tercio del proyecto. Como referencia, podemos señalar que El Escorial se terminó en 21 años.
Uno de sus rasgos más característicos, que refuerza la sensación de desarraigo, es su solitaria torre. No fue la primera, pues a mediados del siglo XVII se construyó su opuesta en la fachada, en el lado izquierdo si miramos a la Catedral desde la calle Arribas. La vida de la apodada ‘la buena moza’ fue efímera: en 1755 se ve gravemente dañada por el terremoto de Lisboa –se dice que, incluso, repicaron las campanas- y tiene que ser reforzada con cadenas de hierro. Sin embargo, se hunde en 1841. El desmontaje, dado lo peligroso de la tarea, lo lleva a cabo un preso a cambio de su libertad.
La torre que hoy conocemos se construyó a principios del siglo XX, con una forma muy alejada del proyecto original de Herrera. De planta octogonal -¿no te recuerda a la Iglesia del Salvador?- se remata en 1923 con el Sagrado Corazón de Jesús, de ocho metros de altura. En la actualidad cuenta con un mirador que puede visitarse a diario.
En su interior se aprecia la magnitud del estilo herreriano, sus imponentes dimensiones y la sobriedad en formas y ornamentos.
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Hola chicos animaros a entrar en mí blog.